La entropía ontológica y la econofísica como límite fundamental del crecimiento
El enfoque ontológico de la econofísica se deriva del papel directo y fundamental de la energía en la economía, no solo para la producción industrial o el suministro de electricidad o transporte, sino a nivel ecológico o biofísico, el de la energía solar que impulsa la biosfera global. Esto es más un regreso a la visión de la termodinámica de Carnot y Clausius, donde la entrada continua de energía solar muestra la apertura del sistema de la tierra que le permite evitar la ley de la entropía mientras dure el sol (Georgescu-Roegen1971; Rosser Jr.1991). 5 Sin embargo, esa energía solar que llega en sí es finita y, por lo tanto, proporciona un límite directo a la actividad económica que depende de los ecosistemas a través de los cuales la energía solar se disipa en las cadenas alimentarias que son impulsadas por esa energía. Además, Georgescu-Roegen extendió este argumento a insumos de recursos materiales más amplios, argumentando que también están sujetos a una forma de la ley de la entropía que también proporciona límites adicionales a la economía. Más ampliamente para él (Georgescu-Roegen1971, pag. 281) “el proceso económico consiste en una transformación continua de baja entropía en alta entropía, es decir, en desperdicio irrevocable o, con un término de actualidad, en contaminación.”
Si bien las variaciones de este argumento se han vuelto muy influyentes, especialmente en la economía ecológica como con Martinez-Allier (1987), también se ha enfrentado a fuertes críticas. Así, Gerelli (1985) argumenta que la escala de la entrada solar es tal que está en órdenes de magnitud más allá de limitar realmente la economía mundial, con muchas otras limitaciones más mundanas más relevantes en el corto plazo. Nordhaus (1992) estimó que la entropía es hasta 12 órdenes de magnitud por debajo de la tecnología como límite para el crecimiento, con Young (1994) pesando de manera similar. En ese sentido, la reducción de las fuentes de energía almacenadas y sus límites, como ocurre con los combustibles fósiles, puede ser más relevante con la contaminación derivada de su uso, incluso más limitante, como con resultados como el cambio climático derivado de la quema de dichos combustibles que liberan su dióxido de carbono almacenado. Otros críticos han enfatizado el ingenio ilimitado de la mente humana como Julian Simon, quien argumentó que (1981, pag. 347) “aquellos que ven el universo relevante como ilimitado ven la segunda ley de la termodinámica como irrelevante para la discusión.”
Otra figura importante en esta línea de argumentación fue Alfred J. Lotka (1925), el padre del concepto de ciclos depredador-presa. Lotka argumentó que la ley de la entropía es una fuerza impulsora profunda en la evolución, una fuente de una dirección teleológica del proceso hacia una mayor complejidad. Vio esto como la base física fundamental de la biología que necesitaba ser estudiado matemáticamente y, a su vez, vio que la economía se derivaba del ecosistema, como lo han hecho los economistas ecológicos más recientes. Irónicamente, Lotka fue una tremenda influencia en Paul Samuelson, quien lo citó de manera prominente en su obra maestra, Foundations of Economic Analysis (1947), aunque más por su categorización de las condiciones de estabilidad de los sistemas lineales que por sus argumentos sobre la ley de la entropía o su relación con la economía.